En su discurso de hoy, 20 de agosto, el presidente Vizcarra recalcó la necesidad de interiorizar la posibilidad de que el vector de contagio del nuevo coronavirus sea una de nuestras personas más cercanas. El cariño o la preocupación no inmunizan contra el contagio.
Esta afirmación puede ser parte de una estrategia del presidente para desviar la atención sobre la posible responsabilidad del gobierno en las enormes tasas de contagiados y fallecidos que la enfermedad surgida en Wuhan a finales del año pasado está causando en el Perú. Pero apunta también a un elemento señalado con frecuencia en los estudios sobre otras epidemias a lo largo de la historia: lo difícil que es anular nuestros círculos de seguridad preexistentes y asumir que también dentro de ellos existen riesgos.
La encuesta del IEP del mes de agosto evidencia esta realidad. Tendemos a pensar que nosotros hacemos las cosas bien y que el problema está en los demás. Creemos que nuestros hogares son lugares seguros, dentro de los cuales les cumplen las recomendaciones contra el contagio. Este fenómeno responde a una necesidad psicológica básica de seguridad, pero durante una pandemia puede ser un arma de doble filo.
Lo mismo ocurre con las “curas maravillosas” que se promueven desde la periferia del aparato médico oficial. La encuesta muestra que más de la mitad de los peruanos estarían dispuestos a tomar algunos de los productos publicitados en los últimos meses como supuestos antídotos o curas contra la enfermedad. Este porcentaje es mayor en la población de mayor edad. Al ser este el grupo con mayor mortalidad, son más propensos a asumir mayores riesgos en la procura de protección contra la enfermedad.
Hay que considerar, sin embargo, esta pregunta es ambigua. El enunciado incluye un producto que claramente tiene una incidencia nula o incluso negativa en el curso de la infección (dióxido de cloro), junto a dos productos sobre los que existe mayor debate dentro de la propia comunidad médica y que incluso han formado o forman parte de los protocolos oficiales de lucha contra la enfermedad (ivermectina e hidroxicloroquina). De ahí que sea difícil extraer conclusiones respecto al significado de este alto porcentaje de peruanos proclives a asumir los riesgos que implica tomar estos productos.