Lee la columna escrita por nuestra investigadora principal, Roxana Barrantes, para Juego de Caigüa ► https://bit.ly/457mvs2
El recordatorio de una economista sobre nuestro corto y largo plazo
Crecí cerca de mi padre y sus gustos, así que, entre chocolates, chizitos y similares aprendí a gustar del fútbol y asimilé algunas frases de box, como “recto de derecha”, “K.O.”, así como “tirar la toalla”. A propósito de esta última, los más jóvenes utilizan hoy “arrugar” y quizá la lengua culta use el español “renuncio” o “me doy por vencida”.
Las noticias de todos los días nos dejan perplejos, si es que estamos siguiéndolas, claro. Perplejos por varios motivos que tienen que ver con los escasos niveles de civismo y la enorme falta de respeto por el bien común. Ambos, civismo y bien común, parecerían ser sentimientos y conceptos cada vez menos comprendidos y aún menos compartidos. Evidencia abunda: desde las más cercanas, como la manera de manejar, donde predomina la ley del más arriesgado o más fuerte pero jamás la regla de tránsito, hasta acciones que conocemos de nuestros representantes en el poder. Varias de estas últimas serían, en cualquier parte, un conflicto de intereses porque se aprovecha la posición de poder para el logro de fines particulares. No es casual que esto último, el aprovechamiento de la posición de poder para fines particulares, sea una de las definiciones de corrupción.
Entonces, lector, lectora, resulta que todos los días estamos al frente de la disyuntiva: ¿sigo al tanto de lo que está pasando? ¿O evito ver o escuchar noticias y enterarme, de tal modo de cuidar mi salud mental, en la mejor aplicación de “tirar la toalla”? Varios queremos optar por esto último, y algunos ya lo hicieron. El problema es que tiene un costo muy alto, ya que renunciamos a ser parte de la toma de decisiones para cambiarlo —reflexión que podría dar para licuar otro jugo—.
Ya que las soluciones en la vida son no binarias, les ofrezco ahora una salida intermedia: colocar la energía creativa en los fundamentos del largo plazo que necesitamos mantener o construir. En una mirada amplia de la vida en sociedad son varios y en frentes diversos, como la creación cultural o las iniciativas ciudadanas. Déjenme mirar con lentes de economista preocupada por la gestión pública para ofrecerles los siguientes tres: la sostenibilidad, la inclusión de grupos sociales vulnerables o marginados, y el servicio civil.
Hoy, me concentro en el tema del servicio civil, cuya construcción en el Perú está a cargo de Servir, una entidad pública. Tenemos varios ejemplos recientes de su importancia para cuidar la gestión pública y que el esfuerzo de reconstrucción futura sea el mínimo posible. Les recuerdo uno: la existencia de descripción de puestos en el sector público. Esto es particularmente relevante para las posiciones de toma de decisiones. En la primera parte de este quinquenio salieron a la luz muchos casos de personas propuestas para ocupar cargos públicos que no cumplían con el perfil requerido para el puesto. Sin esos perfiles, o descripción de puesto, me atrevo a afirmar que la situación de la administración pública peruana sería peor en la actualidad. Le habría sido más fácil al poder político copar el aparato de gestión pública y luego la reconstrucción sería todavía más costosa.
Pero el perfil del puesto es solo uno de los instrumentos a disposición de un servicio civil de calidad. La línea de carrera y las posibilidades de ascender, tanto con experiencia como con estudios adicionales, son otros instrumentos críticos para fortalecer un servicio civil. Claro ejemplo de ello es el servicio diplomático del Perú, donde cada joven va forjando una hoja de servicios que le permite proyectar su desempeño profesional a largo plazo. La proyección a largo plazo, a su vez, contribuye a sostener una perspectiva de servicio consistente con decisiones tomadas sobre la base de evidencia y gestión del conocimiento, y con una mirada que trasciende la ganancia inmediata.
Este es, pues, un motivo por el cual no debemos “tirar la toalla”.