Lee la columna de nuestro investigador principal, Carlos Contreras, escrita para el diario El Comercio► https://bit.ly/3XO2qEk
¿De qué depende el progreso económico de las naciones? Muchas mentes brillantes se lo han preguntado en los últimos dos siglos, cuando dicho progreso se convirtió en una verdadera obsesión. Los economistas, que fueron las criaturas entrenadas para atender dicha interrogante, respondieron que la clave es la inversión. Lo que tenía algo de tautológico, porque equivaldría a decir que la buena salud depende de que la cuidemos o la procuremos. ¿Qué es lo que, históricamente, ha animado o desatado la inversión poniendo en marcha el mecanismo del crecimiento? Grandes representantes de la disciplina fundada por Adam Smith, como Joseph Schumpeter y Robert Solow, apuntaron a la innovación y al cambio técnico como los disparadores de la inversión.
Una nueva manera de producir o transportar algo, o de satisfacer una necesidad de la gente, promete de súbito fuertes ganancias, calentando los ánimos de empresarios e inversionistas. ¿Cuáles han sido, en el Perú, hitos importantes en ello? Desafortunadamente, nuestra historia tecnológica yace en pañales o ha consistido en esfuerzos desarticulados desplegados por especialistas de cada disciplina, sin llegar al gran público. Honramos en nuestras plazas y monumentos a generales y santos, pero poco recuerdo tenemos de los tenaces inventores o empresarios que forjaron nuestro, a estas alturas, mediano bienestar.
Una candidata fuerte para imponerse como la innovación decisiva en nuestro destino fue la introducción del método de refinación de la plata con mercurio, ocurrido en la década de 1570 en el asiento minero de Potosí, situado hoy en Bolivia. El Perú había comenzado a producir y exportar plata al mercado europeo. El método de extracción de la plata de los minerales que la contenían se basaba en la fundición, en la que el calor hace que los minerales expulsen el metal precioso que contienen. El defecto de este método para nosotros era que demandaba mucho combustible, un ingrediente que abundaba en el Viejo Mundo, pero no en las punas andinas, donde yacían nuestras minas. De otro lado, alcanzar la temperatura de fundición de la plata (962 grados centígrados) en el clima frígido y escaso de oxígeno de dichos parajes era un desafío que amenazaba con quebrar el comercio de nuestro único producto por entonces exportable.
El descubrimiento de las minas de mercurio de Huancavelica en 1564 y la llegada del virrey Francisco de Toledo cinco años después, aumentaron los esfuerzos para reemplazar la fundición por el uso del mercurio, que conseguía la separación de la plata sin necesidad de calor. Este fue el método conocido como de la amalgamación o de patio, importado desde México, donde se había implantado unos años antes. Poéticamente, Toledo llamó a este acontecimiento “el matrimonio más venturoso del mundo”: entre Potosí y Huancavelica. El Perú se convirtió por varias décadas en el principal exportador de plata del mundo y la frase “¡Vale un Perú!” comenzó a circular en Europa para referirse a algo de gran aprecio.
Otros candidatos a liderar la lista de cambios técnicos o innovaciones que marcaron nuestra historia corresponden al campo de la agricultura. En el siglo XVIII, el gobierno de los Borbones introdujo cultivos novedosos en el país, como tabaco, café y cacao. Pero el que alcanzó a tener el rol económico más gravitante fue el azúcar, cuya producción se vio reforzada desde los inicios del XIX por variedades de caña traídas de Jamaica y Tahití. La introducción de molinos movidos por motores de vapor desde los años de 1860 y de ferrocarriles de trocha móvil desde los de 1880 echaron los cimientos de la bonanza azucarera en los dos primeros tercios del siglo pasado. En el campo de la agricultura, otra estrella de la innovación fue la variedad de algodón resistente a las plagas, conseguida por el puertorriqueño Fermín Tangüis en el valle de Pisco en 1911. La innovación de Tangüis, conseguida tras más de 10 años de cruces de variedades y experimentos, cimentó la prosperidad de miles de familias peruanas por largos períodos.
En la minería hubo otras innovaciones valiosas, como la introducción de la pólvora para el trabajo de los socavones, por la misión del ingeniero español Gerónimo de Sola y Fuente, alrededor de 1740, o la planta de concentración gravimétrica montada en Casapalca por los empresarios norteamericanos Backus y Johnston en 1889, que abrieron paso a las exportaciones cupríferas que hoy lideran nuestra balanza comercial. En el caso de la pesca, tendríamos que mencionar el reemplazo de las redes de algodón por las de nylon y la introducción de las bolicheras motorizadas con casco de acero a mediados del siglo pasado.
No todas las innovaciones fueron exitosas. Al lado de las mencionadas, podríamos citar otras que fracasaron, sea por no adecuarse a la realidad local o por errores de diseño. Quizás la más controvertida sea en este terreno la de los ferrocarriles, que ha hecho que hoy tengamos menos kilómetros de línea que un siglo atrás.
Las innovaciones nunca son neutrales social y políticamente. Todas las que hemos mencionado tuvieron sus ganadores y perdedores. No siempre es fácil identificarlos, por lo que la historia de la tecnología resulta tan necesaria como polémica.