Un tema de discusión casi permanente es el de la representación política y el papel de los partidos políticos. Entre el año pasado y este se han publicado dos textos que explican el liderazgo populista de P. Castillo, Raúl Asensio “El provinciano redentor” en el libro El Profe (2021) y Carlos Meléndez en Populistas (2022). El primero se refiere a Castillo como populista nativista y el segundo como populista silvestre. Castillo mostró una imagen de líder regional que en otras circunstancias probablemente no hubiera llegado a ser presidente, pero la fragmentación política le dio la condición necesaria para serlo.
Ha pasado casi un año y medio de la primera vuelta de las elecciones generales y la situación es igual o peor aún. No hay liderazgos políticos a nivel nacional con los que la ciudadanía se sienta representada, más de dos tercios dice que nadie lo representa actualmente (ninguno 50% y no sabe 18%). Y pese a los bajos porcentajes que los mencionan, se mantienen los dos contendientes de la segunda vuelta de 2021, Pedro Castillo y Keiko Fujimori, con un nuevo personaje que es Antauro Humala. En general, aunque hablamos de porcentajes bastante bajos, hay una sensación de mayor representación hacia la izquierda, luego la derecha y por último el centro. La identificación con la izquierda es mayor en el área rural, en la macrozona sur y en los niveles socioeconómicos D y E.
Una próxima elección probablemente nos traiga no solo la fragmentación que vivimos en 2021 sino una mayor polarización, y desde los extremos es difícil construir un mejor futuro.