La intensidad de las lluvias ha vuelto a traer a las portadas de diarios y noticieros el registro de inundaciones y estragos que ha causado el ciclón Yaku. Los efectos han sido contundentes, aunque no han sido iguales para todos. Un 19% dice que las lluvias han afectado mucho su vivienda, ese porcentaje se eleva a 33% en el área rural y a 35% en el norte. La actividad económica, tan informal en nuestro país, se ha visto muy afectada para 38% de los encuestados, en el área rural y en el norte el impacto aumenta a 52% y 56%, respectivamente. Y aquí es necesario destacar que 44% de las mujeres, frente a 32% de los hombres, han visto muy afectada su economía. Como sucedió con las protestas, esta afectación económica tiene una clara distinción de género (al respecto un informe que hicimos en el IEP: https://bit.ly/3F3FsRu).
Las imágenes de las autoridades con los pies en el barro producto de las inundaciones nos transmiten la idea de siempre, de falta de prevención, y metafóricamente la idea de la corrupción en diferentes niveles que ha tenido que haber para que un evento de la naturaleza se convierta en un desastre (no) natural.
Personalmente creo que en un país tan diverso y fragmentado (casi 200 provincias y casi 1900 distritos) las iniciativas macro (entidades autónomas) prácticamente no cambian las cosas. Creo que es hora de enfocarnos en la burocracia más cercana a la ciudadanía, en los burócratas de la calle como los llamaba Michael Lipsky, y pensar en medidas de prevención quizá menos ambiciosas, pero concretas y que busquen fortalecer el Estado a lo largo del país.