Lee la columna escrita por nuestra investigadora principal, Carolina Trivelli, para el diario El Comercio ► https://bit.ly/3DWC362
El aporte del crecimiento económico a la reducción de la pobreza es innegable, y buena parte de la reducción de la pobreza que vimos desde los años 2000 se explica por un alto y sostenido crecimiento. Es cierto, también, que el solo crecimiento no es suficiente para reducir la pobreza, en particular la de los más pobres. El crecimiento que reduce la pobreza es el que es inclusivo, el que genera oportunidades para los más pobres y que está acompañado de políticas públicas –infraestructura, competencias laborales y productivas, acceso a servicios y mercados– que los conectan con estas oportunidades.
Equivocadamente, hemos normalizado el hecho de convivir con la pobreza y parecemos resignados a que esta solo se pueda reducir en situaciones (ideales) de alto y sostenido crecimiento. En consecuencia, ante las proyecciones anunciadas de bajo crecimiento para este año, surge la tentación de concluir que los únicos dos escenarios posibles son que la pobreza se mantenga alta, en 27,5% como en el 2022 o, peor aún, que aumente.
La realidad de nuestros vecinos nos muestra que, afortunadamente, esto no tiene por qué ser necesariamente así. En el 2022, Chile creció igual que nosotros, con el mismo nivel de desempleo, con un complejo escenario político e incluso con una mayor inflación que nosotros. A pesar de ello, el nivel de pobreza monetaria (6,5%) fue menor que el nivel alcanzado durante la pandemia (10,7%) e incluso menor que el nivel prepandemia (8,5%). Esto no es un asunto menor, pues mientras más baja es la pobreza, más difícil es reducirla. Chile además logró disminuir la pobreza multidimensional a pesar de que su indicador incluye tipos de carencias complejas de reducir. Colombia, a quien le fue mejor en términos de crecimiento en el 2022 pero que también ha enfrentado turbulencias políticas y complejidades pospandemia, redujo también su pobreza multidimensional de 16% (2021) a 13% en el 2022 y veremos en setiembre sus resultados sobre pobreza monetaria.
Hoy, ante una perspectiva de bajo crecimiento, a la que se suma una alta probabilidad de ocurrencia de El Niño, hay que evitar la excusa fácil y la cínica resignación a la profecía autocumplida de ver subir la pobreza. Por el contrario, hay que actuar, hacer más y hacer distinto para evitarlo. Desafortunadamente, los anuncios de la presidenta, MEF y Midis van en la dirección contraria: hacer poco y más de lo mismo. Hay buenas intenciones, algunos anuncios de (pocos) recursos a organizaciones comunitarias para paliar el hambre y modestas ampliaciones de programas en nuevas zonas, que no serán suficientes.
El momento de priorizar y concentrar los esfuerzos del aparato público en una estrategia de emergencia para enfrentar la pobreza es justo ahora. Urge poner todos los recursos alineados en una única estrategia que ataque tres frentes de manera simultánea: programas temporales que alivien a quienes enfrentan las mayores carencias (hambre para comenzar), intervenciones que generen rutas de inclusión sostenidas y sostenibles para las familias en situación de pobreza y acciones que aseguren que las familias que sufrirán las consecuencias catastróficas de El Niño serán atendidas de inmediato y acompañadas hasta recuperarse de las privaciones originadas por el evento climático.
Evidentemente, esta estrategia necesita financiamiento y sin crecimiento las posibilidades de obtener recursos adicionales son muy limitadas o, en el extremo, nulas. Por ello, no hay otra opción más que priorizar y reasignar recursos, además de asegurar que los esfuerzos que se desplieguen sean efectivos y eficientes. Los mejores cuadros del sector público deben involucrarse en ello y el MEF y el Midis deben asumir conjuntamente el liderazgo para atender la situación.
Que tengamos un bajo crecimiento no es excusa para resignarnos y no actuar. La persistencia de la pobreza es una realidad evitable. Millones de peruanos no tienen que vivir en pobreza. A pesar de que muchos hoy parecen ver la pobreza como algo “natural”, esto no es así. La creciente pobreza es la consecuencia de nuestra incompetencia e indolencia.