Antonio Zapata: El conflicto en Cañaris

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El primer conflicto social del año viene desarrollándose en una zona del país cuyo nombre puede sonar exótico: Cañaris e Incawasi. ¿Quiénes son? ¿Cuál es su historia? ¿Cómo así están en Lambayeque?

Los cañaris son un grupo étnico prehispánico cuyo asentamiento principal quedaba en el actual Ecuador. Fueron incorporados al Tawantinsuyu por Huaina Cápac, que apreció sus dotes guerreras; lo acompañaron a la conquista de Quito y luego les dio una responsabilidad crucial: les encargó custodiar los puestos de vigilancia militar en el imperio. El soberano los distribuyó en sus fortalezas como mitimaes de privilegio. Así, los cañaris disponían de la llave del Tawantinsuyu.
Cuando estalló la guerra entre Huáscar y Atahualpa, los cañaris se ubicaron del lado de Huáscar.

En una de las primeras batallas, los cañaris atraparon a Atahualpa. Pero, celebraron su éxito excesivamente y Atahualpa se escapó. A partir de ese momento, la suerte de la guerra se invirtió. Atahualpa sostuvo que había huido de sus captores transformándose en el amaru, el dios serpiente. Su imagen divinizada lo ayudó a remontar la guerra.

Luego, Atahualpa obtuvo una victoria tras otra, no volvió a perder. En todas estas ocasiones, los cañaris fueron la vanguardia de las derrotadas tropas de Huáscar. En cierto momento, decidieron cambiar de bando y enviaron una delegación compuesta por niños de la nobleza cañari a solicitar el perdón del soberano. Pero, Atahualpa no aceptó y degolló a los infantes; no podía olvidar que, cuando estuvo preso, le habían roto su gran oreja de aristócrata inca y el rencor por esta afrenta lo hizo cometer un error fatal.

Atahualpa odiaba a los cañaris y los había condenado a desaparecer cuando él asumiera la mascaipacha en una fastuosa ceremonia que se preparaba en el Cusco. Por ello, este grupo estaba en Cajamarca el fatídico día cuando Pizarro apresó a Atahualpa. Esa tarde, la caballería española saqueó el campamento real del inca, que estaba en Baños, y luego se recogió. Durmieron con un ojo en vela, temiendo que el ejército del inca intentara rescatarlo.

Al amanecer pareció que llegaba el momento, puesto que los vigías divisaron un grupo humano que caminaba hacia ellos. Se aprestaron para el combate hasta que descubrieron que venía en paz. Eran los cañaris que se estaban pasando a su lado con todos sus bagajes. Así, desde el primer día, Pizarro dispuso de las fortalezas incas, dominando caminos y rutas del imperio. El control estratégico del Tawantinsuyu pasó a manos españolas con esta defección. La represión de Atahualpa había empujado a los cañaris a tomar el único camino alternativo en esa circunstancia.
Luego, los cañaris acompañaron a Pizarro a lo largo de toda la conquista. Fueron cruciales como ayudantes de los españoles cuando el cerco de Manco Inca al Cusco. No fueron el único grupo indígena que tomó esa opción. Como es bien conocido, fueron acompañados por huancas, huaylas y chachapoyas, entre otros. Pero, los cañaris siempre fueron especiales para los españoles.

Estaban desde el comienzo, fueron los primeros y se portaron durante toda la guerra. Al final fueron premiados y un curaca cañari se quedó con Yucay, una de las joyas del incario.

Pero, no todo el grupo étnico participó de la conquista, algunos permanecieron en sus lugares. Se quedaron donde el inca los había colocado. A lo largo de los siglos, se fundieron con las poblaciones locales, pero conservaron ciertos elementos culturales que los distinguen. Por ejemplo, la vestimenta y los apellidos, que vemos aparecer en los medios con ocasión del conflicto actual con la mina.

En la situación que vivimos hoy día, bien valdría escuchar a los cañaris. La vez pasada que aparecieron en la historia, Atahualpa ignoró su oferta de negociación y como consecuencia indeseada perdió un imperio. Es cierto que ahora no controlan la llave del Perú moderno, ni mucho menos. Pero, poseen una historia que advierte contra la falsa seguridad que invade al poderoso cuando quiere imponer sin escuchar. En vez de reprimir con la policía, se impone dialogar hasta obtener la licencia social para la inversión minera.

Fuente: La República (30/01/2013)